Después de vivir durante veinticinco años en Nueva York, sin contacto alguno con su país ni con su familia, Virginia decide regresar a su Quito natal. Piensa reunirse allí con Manuela, su hermana melliza, y con su padre, que enviudó hace tiempo. Fue él, precisamente, quien, cuando Virginia tenía ocho años de edad, la envió a los Estados Unidos. Cuando se producen todos estos reencuentros, surgen las diferencias de criterio acerca de las maneras de vivir, la orfandad, el desamparo y la fugacidad del amor.
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