Snowland (2005)

Para una película así, hay que estar de humor y, sobre todo, tener la mente despejada para poder sumergirse con seguridad en la profundidad de la historia. También puedo añadir que no lo olvidaré pronto. El metraje es un poco exagerado.

 

Snowland no es una película relajante de un paisaje romántico y nevado. Es un drama duro, crudo y difícil de digerir, inmerso en tomas góticas y grandiosas del páramo nórdico, que el espectador tiene que examinar pacientemente para encontrarle significado y, eventualmente, tal vez, que le guste. El director Hans W. Geissendörfer va más allá de los límites de la tolerabilidad porque no se hace de la vista gorda ante un tema muy delicado que sigue siendo tabú en nuestra sociedad y al que la mayoría preferiría dar la espalda. La intensa experiencia, que habría sido reforzada con un metraje un poco más corto, se ve subrayada no sólo por la excelente fotografía, sino sobre todo por las actuaciones de Julia Jentsch y Ulrich Mühe, porque ellos también sin duda llegaron al máximo de su posibilidades.