La directora pasa todo un año en una escuela rural para niños sordos, dirigidos por "palabras silenciosas" y "manos habladoras". A los 3 y 4 años ya se han formado las palabras, se puede escuchar el juego y pueden incluso, si son capaces, comprender plenamente el sentido. Pero no es para todos. Los niños sordos lleguan al jardín de infantes "sin sonido", "no forman palabras". Ivan y Loriana conversan a través de "signos de niños", los signos simples, su lengua no se desenvuelve, parece un pequeño cuerpo extraño en la boca. Ivan es dócil y paciente, mientras que la pequeña Loriana, cuando se alimenta con largos períodos frente al espejo, empieza a rugir como un león. Las tenaces profesoras, con sonrisas, alternan alentando, inventando, en cualquier momento, las nuevas estrategias. De repente, la magia: el trabajo se convierte en un juego.
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