Atim no conoció a su padre, ya que murió antes de que él naciera en la larga guerra del desierto del Chad. Lo crió su abuelo y ahora, cumplidos 15 años, el anciano le entrega una pistola y le señala el sitio donde vive el hombre que mató a su hijo. El asesino se llama Nassara, tiene una panadería y reparte pan gratuito a los niños del barrio. Acoge como aprendiz a Atim, enseñándole el oficio con paciencia y cariño infinitos, apreciando sus progresos. Ya no es el mismo que lo dejó sin padre y aún así el chico sigue cada día esperando el momento de la venganza.
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