El aspirante a campeón de carreras Rayo McQueen parece que está a punto de conseguir el éxito, la fama y todo lo que había soñado, hasta que por error toma un desvío inesperado en la polvorienta y solitaria Ruta 66. Su actitud arrogante se desvanece cuando llega a una pequeña comunidad olvidada que le enseña las cosas importantes de la vida que había olvidado.
Paradójicamente, Cars nunca me atrajo en mi infancia, y me sorprendió ahora, años después. La película tiene un humor inteligente, alusiones adultas ocultas, pero también la cantidad de capas de la trama que no había notado antes. A pesar de que, en esencia, sigue siendo un modelo moralizador clásico sobre la autoconciencia y la corrección posterior es un espectáculo ameno, con una animación atemporal y una gran banda sonora sin el fastidioso pop moderno que tanto gusta ocupar casi todo el cine de animación contemporáneo.
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