Colaborador de Marcelo Gomes y autor de algunos cortos de delirante transcurso como Rapace, João Nicolau logra en su primer largometraje la extensión y desarrollo de esas ideas, conformando un verdadero mentís a la noción de que cine independiente equivale a economía de peripecias. Los personajes de A espada e a rosa desprecian el ensimismamiento y se mueven por el mundo como si les perteneciera, ansiosos por hacer. En el camino se las arreglan para desafiar la imagen que tenemos del cine portugués, el encasillamiento de los géneros y también, por qué no, las leyes de la física. Manuel (Manuel Mesquita, también en Rapace) sale de su casa acosado por deudas impositivas –analizadas en un divertido duelo musical con el cobrador– y decidido a comerse el mundo. Así llega a un grupo de descastados que vive en un barco y planea dedicarse a la ¡piratería! Claro que estamos en el siglo XXI y el abordaje será sideral. (extraído de BAFICI.gov.sr)
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