Anthony (Anthony Hopkins), un hombre de 80 años mordaz, algo travieso y que tercamente ha decidido vivir solo, rechaza todos y cada uno de las cuidadoras que su hija Anne (Olivia Colman) intenta contratar para que le ayuden en casa. Está desesperada porque ya no puede visitarle a diario y siente que la mente de su padre empieza a fallar y se desconecta cada vez más de la realidad. Anne sufre la paulatina pérdida de su padre a medida que la mente de éste se deteriora, pero también se aferra al derecho a vivir su propia vida.
Por lo general, las películas que tratan sobre el envejecimiento y la demencia se muestran desde el punto de vista de todos los que los rodean, familiares, profesionales de la salud o amigos. Esta película hace lo contrario, mostrándolo desde el punto de vista de un enfermo de demencia. Después de unos 20 minutos estaba totalmente confundido, pero finalmente entendí por qué tenía que filmarse de esa manera. Hay un cierto grado de originalidad. Vemos lo que Anthony ve y experimenta, la confusión de dónde está y su incapacidad para reconocer a las personas que conoce. Tengo que elogiar la excelente actuación de Anthony Hopkins. No sorprende que Hopkins fuera elegido para el papel, ofrece una actuación estelar y sentirás la frustración y el dolor de Anthony y, en ocasiones, te reirás con él.
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