Los campesinos de Dingwall viven tranquilos porque saben que el Duque cuida de ellos. Sin embargo, éste tiene un avaricioso sobrino, Cecil, a quien sólo le importa la herencia de su tío. Pese a ello, el Duque se da cuenta de las intenciones del joven y toma una drástica decisión: dejar toda su herencia a Hubert, su perro.
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