En la década de 1930, un pueblo de América del Sur quiso inaugurar su cementerio. Desafortunadamente, nadie murió en el pueblo. Por eso el alcalde publicó un pequeño anuncio en la región: “Se busca cadáver para la inauguración del cementerio de Miracasas”. Recién asesinado, Ernesto es el afortunado y participa en su funeral de carnaval a su pesar. Los aldeanos reunidos celebran el evento con pasión, tan intrigados por la idea de la muerte que dejan de lado la vida.
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