En 1946 las embajadas yugoslava, búlgara y francesa extienden pasaportes a todos los exiliados soviéticos que deseen retornar a su país con la promesa de no hacer ningún tipo de preguntas. El ruso Alexei, su mujer francesa y su hijo lo celebran a bordo del barco que los lleva de vuelta a casa, pero la situación que les espera no se corresponde con sus esperanzas.
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